Probando uno, dos, uno, dos…

Ensayar es sinónimo de intentar o probar hacer algo. Curioso verbo de acción con el que realizamos un acto antes de hacerlo, o al menos que ejecutamos antes de hacerlo bien…  Un ensayo bien podría ser una especie de premonición o presagio, la profecía de los directos, si le buscamos un lado místico a la música.  Y es que el ensayo,  es la esencia y el germen de una banda. Allí es donde las canciones cogen forma y salen las ampollas en dedos y manos. En un ambiente íntimo, sin miradas ajenas atentas a los errores, un ensayo es el mejor lugar para divertirse, probar e improvisar. Una interesante amalgama de factores que se pierden a la hora del directo, ya que sobre el escenario los nervios y el set list marcan el ritmo y la puesta en escena de la banda.

Estamos acostumbrados a leer crónicas y reseñas de bandas y conciertos. A fin de cuentas son los triunfos y victorias de los ensayos. Pero en los sótanos, garajes y demás locales de ensayo, se cuece el verdadero subsuelo de la música. Por eso hoy quiero rendir tributo y dedicar este post a todos aquellos grupos que al menos, de momento, sólo existen o existieron en estos lugares.

Quizá sea mi experiencia quien determine este post y la mención a ciertas bandas sea tan solo la casualidad del destino que hizo posible que me cruzara por estos ensayos en alguna ocasión. Por eso, me gustaría que usted, querido lector, se animase a mirar a su alrededor y encienda el radar a cualquier atisbo de banda ensayando. Probablemente sea la música más fresca que podrá ingerir.

Y dicho esto, uno de mis primeros recuerdos de ensayos me lleva hasta el garaje-trastero donde por primera vez vi ensayar a Terminal, una banda toledana que con el tiempo se extinguiría pero que al menos llegó a estrenarse y dar un par de conciertos. Sus ensayos eran la excusa perfecta para quedar con mis amigos y echar la tarde entre cables, ruido y risas. Por suerte, creo que les caí bien porque me dejaron volver a otros ensayos donde yo disfrutaba simplemente mirando y riendo sin entender bien lo que significaba cambiar de traste, hacer acordes o tocar quintas. Pero me fascinaba ver como después de los parones salía mejor que antes la canción y acto seguido era un completo desastre…

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Cartel de uno de los conciertos de Terminal

Creo que el tiempo de una banda no se mide tanto en meses ni años como en horas de ensayo, donde las guitarras y bajos se van conociendo y descubren el auténtico olor de sobaco que gasta un batería. Una de las bandas que conozco y más me fascina son los Sin Nombre. Horas y horas y horas de ensayo son las que han reunido durante años a esta panda de colegas en locales de ensayo. A falta de tener batería propia, se han gastado la panoja en horas y bonos de locales de medio Madrid durante al menos, cinco años. David, Mario y Emilio, todos de  la misma formación de Los Malo y Surco, anteriormente conocidos como Chochoped Pork, decidieron quedarse finalmente como los Sin Nombre, y seguir ensayando, aunque no hubiese un concierto para ellos en el calendario. Aunque si contamos las horas que han vivido juntos ensayando, me atrevería a decir que ¡han tocado más que Jimy Hendrix!

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Sin Nombre

Con el tiempo y tras mis escarceos por los ensayos de amigos y colegas, me atreví a traspasar la barrera del espectador y agarré unas baquetas a pesar de mi arritmia para vivir un ensayo mucho más de cerca. Con ganas de probar y de experimentar, me enganché a los ensayos como un yonqui a la droga y sin apenas darme cuenta andaba enredada con cuatro bandas. Las Rabbies fueron las primeras en aparecer y con las que compartí mis primeras horas de ensayo. Luego llegaron El Gnomo Negro y las Mezcaleras, Portadores del Tinga Tinga o  Paloma and The Clítoris fuckers, que trajeron los ensayos al mismísimo salón de casa.

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Paloma and The Clítoris fuckers

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Emilio, un Clítoris Fucker Sin Nombre

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Gnomo Negro y las mezcaleras

Tras varios meses de ensayos, ninguno de estos dos grupos dará ningún concierto en la ciudad, o al menos de momento. Tuvieron su razón de existir en los pasados días de verano y en las recientes tardes de otoño y pasarán a la historia sin paz ni gloria para los cientos de blogs y revistas de música que babean hablando de underground. Pero para mí, estas bandas y tantas otras como Megaherzios, Grandmother’s Masturbation o Quieren Guerra, o aquellas que ni siquiera conozco, pero que han sido creadas por y para pasarlo bien son el auténtico subsuelo de la música. Aman tanto las catacumbas que no anhelan salir a la luz y ser descubiertas por nadie para seguir disfrutando de un buen ensayo.